Ha poco tiempo leía sobre el bambú, si esa “plantita adorno» que muchos tenemos en casa en un precioso recipiente con agua o plantada y que, en mi caso, de vez en cuando miraba y no me decía nada, siempre estaba igual… un pequeño brote… hasta que empezó a crecer, crecer y me pregunté por qué ¿Qué había pasado para que esto ocurriera de repente, en tan poco tiempo?
La principal característica del bambú de origen chino es, la flexibilidad y adaptación a diferentes usos y medios; desde tiempos remotos se utilizaba para la caza, pesca, utensilios domésticos, o musicales y por su dureza, en las construcciones. Hoy ya lo vemos en muchos materiales de uso cotidiano y algunas marcas de coches utilizan el bambú como sustituto de la fibra de carbono, una gran alternativa como material sustentable por su velocidad en absorber CO2 en grandes cantidades y capacidad de crecimiento rápido.
Esta semilla cuando se planta no muestra ningún cambio hasta que no pasa mucho tiempo, pero de repente, empieza a crecer día a día llegando a alcanzar un tamaño descomunal.
Haciendo la comparación sobre la historia curiosa de esta planta, es este el nuevo escenario donde organizaciones y personas estamos experimentando la necesidad de cambiar procesos, costumbres, para seguir siendo competitivos y crecer en este entorno tan cambiante, donde la flexibilidad y la capacidad de adaptación es necesaria para poder subsistir, la idea de “no necesito adaptarme a ti” se ha quedado sin efecto, las nuevas bases son, si queremos “entrar”, tenemos que ver que está pasando, adaptarnos para actuar y eso, exige un cambio de mentalidad. Esta regeneración pasa por un estado de trabajo, tiempo y esfuerzo donde los resultados no son visibles o al menos los que se esperan al principio y donde a veces la paciencia y persistencia juegan un papel importante.
Poniendo en valor el modelo de desarrollo de un equipo donde el trabajo, tiempo, esfuerzo, paciencia y persistencia es inherente a un proyecto y desde los conflictos, inherentes también, a lo largo del ciclo de vida de un proyecto de Bruce Tuckman (1965) formado por las fases de Formación-Turbulencia-Normalización-Desempeño-“Disolución”. Tuckman dijo “estas fases son todas necesarias e inevitables para que un equipo crezca, enfrente desafíos, aborde problemas, encuentre soluciones, planifique el trabajo y obtenga resultados”, es decir, conseguir lo antes posible un equipo de alto rendimiento.
Hablemos un poco de cada una de ellas:
La primera etapa de Formación abarca los primeros pasos del equipo. Debido a la incertidumbre y a que cada integrante se encuentra fuera de su zona de confort, en esta etapa se suelen establecer normas básicas de convivencia dentro del equipo, a través del Acta de Constitución del Equipo y por lo general se mantienen ciertas formalidades dentro de la comunicación.
La Segunda etapa es el Conflicto, donde empiezan a generarse los choques de personalidades. Algunos miembros comenzarán a mostrar un desinterés en las actividades de equipo, otros generarán resistencia al cambio. Es donde se empiezan a formar los primeros líderes naturales del equipo, y esto generará competencia entre las diferentes relaciones de poder, pudiéndose formar grupos dentro del equipo. Es la etapa del desacuerdo y puntos de vista diferentes. En esta etapa es mejor centrarse en los objetivos en común, metas, misión, y, cuanto antes, aclarar roles y responsabilidades del proyecto.
En la etapa de Normalización, se han aclarado los roles y responsabilidades en los miembros del equipo y los hábitos de convivencia se empiezan a aceptar, se empieza a obtener un aumento de colaboración entre todos aceptando las diferencias entre cada uno de ellos. En esta etapa es clave mantener la colaboración dentro del equipo, dando feedback de impacto a los resultados que salgan de las interacciones, reconociendo siempre los esfuerzos individuales y grupales que han apoyado a ir alcanzando poco a poco los objetivos, así como también mantener en el radar los ánimos y la energía con la cual el equipo avanza en su día a día, ya que eso es muy importante para el siguiente nivel.
En la etapa de Desempeño, se llega cuando además de coordinación, hay confianza y flexibilidad dentro del equipo. La comunicación abierta y los altos niveles de delegación tienden a mejorar la forma en la cual cada individuo se adapta para resolver los problemas del equipo, y de esta manera se alcanza un nivel de autogestión superior que nos otorga un mejor desempeño a la hora de cumplir tareas.
Al disminuir los conflictos, conocer nuestras metas, y generar confianza entre todos, el avance hacia los objetivos, la toma decisiones y la interdependencia que resultará, será muy grata incluso en momentos de estrés, y donde es posible que la motivación aumente. En esta etapa, es clave dar seguimiento al rendimiento del equipo, fomentar aún más la toma de decisiones y la autogestión y disminuir el micro-management si es que se estaba empleando con anterioridad. Dar independencia a equipos de alto rendimiento dará paso a soluciones innovadoras, mantendrá la motivación alta y permitirá obtener un desempeño óptimo.
Como podemos ver desde las etapas de desarrollo del equipo, el liderazgo del director o líder de proyecto cambia acorde a este proceso, (pero esto lo veremos en otro artículo)
Un equipo de alto rendimiento no destaca por las afinidades que tienen, sino por como logran hacer a un lado sus diferencias.
La etapa de “Disolución”, no fue diseñada por Tuckman, fue añadida posteriormente. Un proyecto tiene un principio y fin por tanto el equipo se libera una vez que los objetivos se han logrado. No deja de ser una etapa complicada e importante, por tanto, la forma de gestionarla pasa por comunicar de forma muy clara el “cuándo” y destino de los miembros, ya que la incertidumbre sobre el después, puede ser un motivo de desmotivación y conflicto en un equipo y puede impactar desde las etapas anteriores.
Volviendo al bambú, crece y se extiende primero hacia el interior, para adaptarse al medio y después crece hacia el exterior fuerte, flexible; no es muy distinto al proceso para conseguir resultados en el equipo y en los proyectos.
Tengo la suerte de trabajar en lo que me apasiona. Soy Project Manager y ayudo a las organizaciones y personas a la transformación mediante la visión por proyectos. Profesora en escuelas de negocio. Segoviana viviendo en Madrid desde hace muchos años. en mi tiempo libre disfruto caminando, con un buen libro o jugando un partido de pádel. Aprendiendo siempre.