
Después de explorar el papel de las conversaciones transformadoras y la retroalimentación en proyectos de cambio, es momento de mirar hacia otra dimensión igualmente crucial y muchas veces incomprendida: la resistencia.
En todo proceso de transformación organizacional, hay personas que dicen que no: personas que frenan, que dudan, que cuestionan, y este caso en lugar de etiquetarlas como “resistentes al cambio” desde una mirada negativa, ¿qué pasaría si intentamos comprender qué hay detrás de ese no?
Durante años, la literatura del cambio ha advertido sobre los “saboteadores” o “opositores” al cambio, pero cada vez más estudios señalan que la resistencia no es un obstáculo que evitar, sino una fuente de información valiosa. Como señala John Kotter, experto en gestión del cambio, “una transformación exitosa no ocurre imponiendo una visión, sino entendiendo los temores y percepciones que esa visión despierta en las personas”, y es ahí donde la resistencia, lejos de ser una barrera, puede convertirse en una puerta a una implementación más sólida y coherente.
En muchos proyectos, la resistencia se presenta como una actitud pasiva: personas que no responden, que demoran, que “no se suben al carro, pero si rascamos un poco, esa pasividad suele esconder algo más profundo: miedo, pérdida de sentido, desconexión o incluso experiencias previas de cambios mal gestionados. La famosa frase de Peter F. Drucker: “la cultura se desayuna a la
