Con la llegada del otoño, muchos de nosotros volvemos del periodo de descanso y comenzamos a adaptarnos nuevamente a la rutina. Este es un momento clave no solo para retomar nuestras responsabilidades, sino también para establecer hábitos sólidos, aquí la rutina se convierte en una gran aliada.
Al igual que nos organizamos en nuestra vida personal, los equipos necesitan rutinas para funcionar de manera eficiente, fomentar la colaboración y alcanzar los objetivos de forma alineada.
En la gestión de proyectos, el éxito no solo se mide por la entrega de resultados, sino también por la eficiencia y cohesión con la que los equipos trabajan para alcanzarlos. Más allá de las habilidades técnicas y el liderazgo, una rutina clara y estructurada puede ser el motor que impulse a un equipo hacia el éxito.
Cuando se forma un equipo de proyecto, la rutina o costumbre puede ser una gran alidada como base para la colaboración y una de las primeras acciones que debe tomarse, es establecer un hábito de trabajo. Este hábito no debe ser visto como una imposición rígida, sino como una estructura flexible que guíe al equipo hacia la productividad. Tener un calendario claro de reuniones, entregables y revisiones periódicas ayuda a que todos los miembros del equipo tengan una comprensión común de los objetivos y de su progreso.