- No puede ser, tiene que haber un error.
- No hay ningún error señor, lo he comprobado.
- Compruébelo de nuevo. Este resultado no es aceptable.
- Lo haré señor, pero no creo que cambie.
- No le he pedido que me diga que cree, sino que lo vuelva a comprobar. Márchese y hágalo.
- Sí, señor.
Se marchó cabizbajo, sin entender lo que su jefe le pedía. No había nada que comprobar. Los resultados eran claros y no dejaban lugar a dudas, realmente no permitían sacar ninguna conclusión: tanto si aumentaban la iluminación como si la disminuían los trabajadores de la planta mejoraban su rendimiento, rendían más.
Era un callejón sin salida, no tenía sentido, pero de pronto, se hizo la luz. Una idea acudió a su cabeza. Tenía que comprobarla. Si lo hacía habría resuelto el dilema que había comenzado unos años antes.
Hawthrone Works
Era un día fresco y la jornada comenzaba de forma diferente para la planta de Hawthrone Works en las afueras de Chicago. La planta pertenecía a la Western Electric, compañía que había decidido comenzar a realizar unos estudios sobre las condiciones que afectaban al desempeño de sus empleados. En concreto querían estudiar cómo afectaban las condiciones del entorno como la iluminación a la productividad de los trabajadores. Su idea era conseguir las condiciones ideales de trabajo que pudieran replicar luego en todas las plantas.
Al comienzo de la jornada explicaron a los trabajadores que un grupo de técnicos los acompañaría para medir su productividad como parte de un experimento que la compañía estaba desarrollando. No tenían que hacer nada más que su trabajo. No debían de preocuparse de nada más.
El primer punto que decidieron probar fue la mejora de la iluminación de la sala de trabajo. El resultado fue esperanzador. En todos los casos los trabajadores aumentaban su productividad. Habían encontrado un punto sobre el cual seguir desarrollando su teoría.
El problema surgió cuando decidieron medir la relación entre el aumento de la iluminación y la mejora de la productividad, querían encontrar una fórmula, y bajaron las condiciones al mínimo. El resultado fuera tan extraño como confuso: los trabajadores aumentaban su productividad cuando las condiciones de iluminación se disminuyeron. Esto no tenía sentido.
Este era el hecho que le reclamaba a Elton Mayo su jefe, ¿cómo se podría explicar? No había explicación, por tanto, tenía que haber un error, hasta que Elton tuvo una idea que podría explicar este hecho. Comenzó a pensar en como comprobar su idea y finalmente definió lo que se conocería como el efecto Hawthorne.
- Señor he comprobado el hecho de nuevo y había un error – espetó Mayo.
- Lo sabía, sabía que tenían que haberse equivocado en algo.
- Realmente no nos hemos equivocado, sino más bien que estábamos obcecados en obtener una conclusión cuando realmente la realidad nos estaba mostrando otra.
- Mayo, vaya al grano, déjese de rodeos.
- Señor el resultado de nuestros experimentos demuestra que la productividad de los trabajadores aumenta por el simple hecho de…
Ese era el secreto que había estado a la luz desde el comienzo de sus experimentos. Cuando aumentan las condiciones de iluminación la productividad de los empleados aumentaba. Cuando la disminuían también. Según pasaba el tiempo desde el experimento la productividad de los empleados iba decayendo hasta llegar al valor inicial. Habían repetido el experimento una y otra vez. Lo que fallaba no era el ejercicio, era la conclusión que tenían delante de ellos.
Los empleados mejoraban su productividad cuando sabían que estaban siendo objeto de un estudio. Cuando sabían que su productividad estaba siendo medida, instintivamente la mejoraban. No era debido a las condiciones de iluminación, sino a las condiciones de foco sobre el trabajo que estaban haciendo. Sólo por prestar atención a lo que hacían, mejoraban.
Llevándolo a nuestros proyectos, auditar lo que se hace, prestar atención a los desarrollos de nuestros equipos, mirar las tareas que hace nuestra gente, hace que esas tareas se vuelvan más eficientes, si además le ponemos cariño, mimo y pensamiento para darle unas pautas de mejora, se vuelven estratosféricas mejores.
Nunca vuelvas la cara a la mejora continua ni a prestar atención a lo que tu gente hace. Esa es la actitud, ese es el modo de hacer las cosas.
Y tú, ¿las haces así?
Brand Manager de LedaMC, autor de El Juego de Tronos de los Proyectos, bloguero en El Laboratorio de TI, conferenciante y mente inquieta siempre dispuesta a compartir conocimiento.