Hace apenas unas semanas, tuve la oportunidad de conversar con un directivo de una importante Administración Pública española, que me trasladó su tremenda inquietud por la forma en que ciertas empresas, algunas de ellas muy importantes, estaban llevando a cabo los proyectos que les habían encomendado.
El incumplimiento de plazos, el nefasto manejo de los interesados, la ausencia de calidad, una política errática de comunicación, o una inadecuada gestión de riesgos, fueron, entre otros, los despropósitos que me aseguró que incluso le habían llegado a quitar el sueño.
Como digo, fue bastante extenso en detalles y ejemplos, evidenciando una mala gestión (Management) y en concreto, dada la naturaleza de los encargos a los que hacía referencia, la ausencia de, o una nefasta, Gestión de Proyectos (Project Management)
Tras su relato, que evidentemente le angustiaba, y al cual no atisbaba a ver solución, le propuse fomentar que en la elección del proveedor, incluso en la licitación, pesará más que este proveedor aplicara Metodologías, Buenas Prácticas o Marcos de Gestión de Proyectos, que a todas luces están creadas para evitar situaciones tan desagradables como las que me estaba relatando.
Tremendamente sorprendido, me dijo que eso ya estaba resuelto, que ya exigían que las empresas contaran con personal con Acreditaciones o Certificaciones en Gestión de Proyectos, a lo que yo le replique: «¿Y eso que tiene que ver?», lo que definitivamente le dejó bastante perplejo.
Es evidente que, si exiges que un proveedor tenga personal que sabe lo que hay que hacer como medida preventiva de posibles problemas, y luego se evidencia que esos problemas suceden porque no se está haciendo lo que se debería hacer, queda demostrado que esa medida no es la más adecuada, pues carece absolutamente de eficacia.
«¿Que estás pidiendo?», le dije, «¿Que el proveedor cuente con gente que sabe lo que debería hacer, o que el proveedor hace lo que debe hacer?».
Evidentemente, para lograr lo segundo, se debe empezar por lo primero, es decir, tener gente formada y acreditada que sepa adecuadamente lo que hay que hacer. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Pero esto no acaba ahí. Más importante aún es asegurar que lo ponen en práctica y lo llevan a cabo de manera consistente. Lo contrario es puro postureo.
Una organización puede tener una legión de Project Managers certificados en una determinada metodología, Buena Práctica o Base de Conocimiento, y no dejarles aplicar nada de lo aprendido, aludiendo a un “método paralelo” o simplemente no teniendo ningún método de gestión. No se sorprenda, esto es mucho más habitual de lo que puede llegar usted a creer, pues hay mucho (incluso me atrevería a decir, demasiado) de lo que yo denomino «Postureo Management».
Si los profesionales quieren saber qué es lo que deben hacer y cómo hacerlo disponen de un conjunto de Metodologías, Buenas Prácticas o Bases de Conocimiento para formarse, e incluso certificarse, y lograr una mayor eficacia para ellos y para las organizaciones para las que trabajan.
Por otro lado, si las organizaciones quieren demostrar que están aplicando un adecuado Project Management disponen de Normas ISO, como por ejemplo la Norma ISO 21502, que le permitirá sin lugar a duda acreditarlo por parte de terceros.
No voy a negar que hay algunas, lamentablemente muy pocas, organizaciones que, al margen de las grandes Bases de Conocimientos llevan cabo de manera consistente sus propias Metodologías basadas en experiencias propias, conocimiento interno, etc. Pero nos presentan dos grandes problemas: son muy difíciles de encontrar, y su modelo de éxito, al no estar normalizado, es prácticamente imposible de evidenciar.
La normalización tiene como objetivo la elaboración de una serie de especificaciones técnicas o normas, que son utilizadas por las organizaciones, de manera voluntaria, como garantía para probar la calidad y la seguridad de sus actividades y productos.
Quizá haya llegado el momento, tanto en Concursos Públicos o Licitaciones, como en el ámbito de las empresas privadas, de exigir, o cuanto menos valorar de manera adecuada y por encima de las certificaciones profesionales, la Acreditación de la organización licitante en Normas específicas para la función que se le va a encomendar. Estoy seguro que esta medida evitaría muchísimos de los problemas que atravesamos y dejaría dormir más tranquilo a más de un directivo.