Nos gustan las encuestas; nos encantan que nos pregunten; y hasta nos gusta poder decir por teléfono que no tenemos tiempo para contestar a una encuesta. Especialmente en tiempo de elecciones, las encuestas cobran una importancia renovada, no siempre exentas de un halo de duda. Existe un problema relacionado con la calidad de las encuestas: hasta qué punto reflejan la realidad que queremos medir, o las expectativas de quien pregunta y quienes responden.
Para los gestores de proyectos, las encuestas forman parte de las herramientas tradicionales en los procesos de planificación. Un ejemplo habitual es el uso que hacemos de las encuestas en el proceso de toma de requisitos.
El responsable técnico de una gran inmobiliaria de este país nos mostraba en una reunión el uso que hacían de las encuestas para definir las funcionalidades y requisitos de sus promociones residenciales, así como los retos y problemas que habían detectado entre las respuestas de distintos targets de clientes.
Tan importantes son las respuestas, como la forma de plantear las preguntas. Si preguntamos a nuestros clientes si quieren que su vivienda tenga calificación energética A, obviamente responderán afirmativamente. Si quieren que tenga piscina, ídem. Pero si preguntamos qué prefieres, piscina o calificación energética, la respuesta es menos directa, más real. Digamos, más realista.
La forma en que estructuramos las preguntas influye en las respuestas que obtenemos. Encuestas de este tipo sirven a las empresas a definir el alcance de su producto, permitiendo la personalización del producto teniendo en cuenta las distintas tipologías de clientes a los que dirigen el proyecto.
Obviamente, en la toma de requisitos cada nueva funcionalidad debería ir acompañada de las consecuencias que supone, especialmente para el usuario finalista, la repercusión económica de cada posible respuesta. De ahí que, las respuestas empiecen a ser más realistas y consecuentes. Al cliente se le transmite la necesidad de elegir, priorizar.
Carlos Javier Pampliega es Arquitecto especializado en la Gestión de Proyecto y Riesgos, en diferentes sectores, es Certified Associate in Risk Management por la George Washington University. Certificado Project Management Professional (PMP), amplía su ámbito de actuación a otros sectores, incorporando las Metodologías Ágiles de desarrollo de Proyectos como Professional Scrum Master. Es voluntario del Project Management Institute (PMI) y Secretario de la Junta Directiva de su Capítulo en Madrid.