Hace unos días tuve la extraordinaria oportunidad de ser invitado a la Goldman School of Public Policy de la Universidad de California-Berkley a dar una charla sobre la implementación del Liderazgo y la Gerencia de Proyectos en los proyectos de recuperación, reconstrucción y resiliencia de la Puerto Rico. Para ello desarrollé un caso de estudio de uno de los proyectos en el que nuestro equipo está apoyando. En ese proceso llegó la pregunta fundamental para poder llevar el mensaje a mi audiencia; ¿Qué es un proyecto exitoso?
Desde hace varios años en nuestro equipo comprendimos el hecho de que un proyecto exitoso no es solo aquel que cumple con el tiempo, el presupuesto y el alcance; estamos comprometidos con que nuestros proyectos logren impactos significativos en la vida de todos los que de una u otra forma participan. Tienen que agregar valor a la gente, a las organizaciones, a las comunidades y así, a este mundo que nos alberga. En la experiencia de trabajar en cientos de proyectos, en especial en el ambiente gubernamental o de las organizaciones sin fines de lucro, llegamos a la conclusión de que, para lograr ese éxito, hay un valor fundamental que debe permear en cada una de nuestras intervenciones, la Empatía.
Sin la empatía presente desde el proceso de identificación y definición del proyecto podríamos culminar proponiendo un proyecto que no resuelva el “problema raíz” o la “necesidad principal” que debemos atender, no cumpla con las expectativas de los “beneficiarios” y que, en realidad, no agregue valor. Cuando no nos esforzamos por ponernos en los zapatos del otro (los beneficiarios, la gobernanza, los socios de intervención, los influenciadores) podemos caer en la trampa de que sean nuestros propios intereses los que estemos tratando de satisfacer en un proyecto que no se trata de nosotros, se trata de nuestro prójimo, de comunidades completas, de pueblos…