Hace muchos años me encontraba laborando en una organización basada en proyectos de telecomunicaciones, el cual traía consigo, no solamente la oportunidad de quedar bien con un cliente, se trataba de la oportunidad de demostrar a uno de sus inversionistas más fuertes que habían realizado una buena inversión.
Una vez finalizada la fase de inicio, me asignan a mi como director del proyecto y doy inicio a mi relación directa con el cliente. El cliente, una corporación con gran variedad de portafolios es muy conocida en la región por las verticales agrícolas y de alimentos, sin embargo, cuentan con inversiones en sectores de energía, construcción y capital de riesgo.
Ellos estaban incursionando en la industria de telecomunicaciones para diversificar sus inversiones en la región. El proyecto consistía en trasladar todos sus servicios del operador de telecomunicaciones “A” a la red del operador de telecomunicaciones “B”. ¿Suena simple no?
No fue tan simple como se suponía:
El área comercial del operador de telecomunicaciones, le ofreció al cliente/inversor un plazo de 3 meses para realizar el cambio de más de 400 servicios de telecomunicaciones.
El cliente, muy emocionado con esta propuesta tenia altas expectativas.
Cuando esta noticia llego al área de operaciones, todo cambio… no se contaba con la capacidad ni con el recurso para realizar este ambicioso proyecto en tres meses. Es más, era posible que fuera un tiempo mucho mayor al ofrecido.